“El 8 marchamos, el 9 desaparecimos y el 10 nos despertamos a hacer historia”

“El 8 marchamos, el 9 desaparecimos y el 10 nos despertamos a hacer historia”

Compañeras, antes de dar inicio a este escrito, me gustaría enfatizar que hablo desde mi experiencia, es decir “cada quien habla, cómo le va en la feria” … Espero narrar con exactitud esta experiencia, que a pesar, de que no es mi primera marcha, la sentí tan especial, que cada pasó erizaba cada sentido de manera aguda y positiva, claro está.

 

Para mi y muchas de nosotras (creo no estar hablando por hablar y no estar exagerando), la historia aquí en Morelia comenzó desde el día 1 de marzo.

Las personas a mi alrededor; en el trabajo, en mi familia y amistades mostraban posturas divididas, sin embargo, varias hermanas comenzaban a alzar la voz y poco a poco, ver más púrpura el panorama.

 

Comencé a recibir por medio de mis publicaciones, mensajes de amigas que habían pasado por situaciones difíciles y otras más por situaciones de violencia extrema, y conforme avanzaba la semana mis redes sociales se llenaban más y más de mujeres fuertes que habían logrado salir de ese círculo de machismo que las tenía atadas de pies y manos, y hermanas que estaban en pie de lucha en su misma trinchera, luchando por su vida tratando de encontrar refugio y apoyo de manera profesional y también legal, ya que estaban desesperadas, y con el crecimiento del movimiento, vieron en la lucha esa luz al final del túnel que siempre quisieron alcanzar.

 

La semana continuaba y por fin llegó el previo; 7 de marzo, y con ello llegó el “perreo feminista”. Muchas voces, principalmente masculinas, alegaban que se trataba de un negocio y otra manera sutil de montarse a un movimiento más que estaba de “moda”, pero seamos sinceros, y como lo dijo una hermana, amiga y compañera: “si estuviera de moda, el tema ya estaría resuelto”, cosa que hasta la fecha no vemos clara como país.

 

En fin, me lance a esta aventura en el bar que le abrió las puertas a que muchas mujeres, creo por primera vez se sintieran plenas siendo tal cual son. Y es que cabe resaltar varios puntos:

 

  1. Fue la primera vez que no vi a ninguna mujer, cuidando su vaso.
  2. La primera vez, que más de una mujer se sentía segura, por que no había miradas de morbo sobre de ellas.
  3. La primera vez que nadie cuidaba sus pertenencias por miedo de que te quedaras sin ellas.
  4. Y la primera vez que todas bailamos libres, bellas y plenas.

 

Poco a poco, avanzaba la noche y aún con miedo, cuál “cenicienta” regresé a mi aposento. Pero esa noche empezaba a brotar esa libertad que hacía mucho tiempo no había sentido. Me sentía poderosa, con una algarabía que me llenaba extrañamente de paz y calma.

 

El gran día llegó, 8 de marzo, y desde la mañana, mi mamá me miraba con un brillo especial en sus ojos, aunque se podía escuchar el temor de no saber qué podría pasar por la tarde en la marcha, me apoyaba al cien por ciento.

 

Mientras me dirigía al punto de reunión de la marcha, iba repasando cada una de las letras de las consignas, pero al mismo tiempo como una película, iba repasando cada momento que me había traído a la lucha, cada mal pasó en una relación, cada abuso, cada golpe, cada situación alarmante o cada insulto; pero con orgullo, por que esta vez ya no lo veía con dolor, sino con el coraje suficiente de haber salido viva, pero sobre todo, para evitar que llegara alguien más a la vida de mis hermanas y causara el mismo daño o uno peor.

 

Ya en la en la marcha, éramos miles que gritábamos a una sola voz para abrir los ojos de las mujeres que aún no creían en el movimiento, de las personas que no entendían el movimiento y de personas que no entendían que esto no era una necedad. Al terminar la marcha y escuchar el pliego petitorio, pidieron silencio absoluto, y era escalofriante el estar ahí todas de pie, levantando el puño y dando un momento luctuoso, a las hermanas que perdimos injustamente. Con ese clima de reflexión había concluido nuestra marcha, más no la lucha.

 

9 de marzo: todo callado, tranquilo, espacios quietos en su totalidad por las mujeres que paramos el país, y otros muchos espacios, con mujeres trabajando, pero mostrando el color purpura que une nuestras almas. No había nada más que hacer, la mayoría de las mujeres habían desaparecido y nadie sabía dónde estaban, en los celulares no se contestaban mensajes ni llamadas, en la calle no se escuchaban voces femeninas, pero se sentía una “tranquilidad” ausente de paz, ausente de vida, ausente de alma.

 

A partir del 10 de marzo la vida regresaba a la “normalidad” pero ahora, con las mujeres fuertes que ya se habían hecho notar, con las que nadie se mete, con las que no consienten que un hombre les dicte su lugar, sino que ahora, más mujeres eran quienes marcábamos el paso, firme, y como diría la matriarca mayor de mi familia, abuelita; bien consientes de que: “para atrás ni para agarrar vuelo” por que, ya teníamos muchas alas de tanto odio que por años nos sembraron.

Gracias por tu valentía mujer, gracias por alzar la voz.

 

Astrid Guzmán.

mujeres@movimientociudadanomichoacan.com

 

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